.:Viento:.

Shizue llevaba meses enferma, su blanco pelo había dejado de estar brillante y su nacarada cara había perdido todo rastro de salud. Fue entonces, cuando su maestra le recomendó visitar a unos heimin que vivían cerca del mar. Allí, cerca de las olas, la dama Doji recuperó la sonrisa y mientras el viento revolvía su pelo, recordó una de sus historias.

Se le conocía como Viento. Uno de los llamadores seguidores de la diosa de las aguas. El número de sus fieles empezó a caer cuando el afán de conquista empezó a superar las exigencias de la majestuosa reina del mar. Finalmente, se acabaron convirtiendo en Piratas, seres sanguinarios deseosos de oro y perlas. A pesar de ser tan distintos como el blanco y el negro, los poco experimentados en la materia los clasificaban de igual manera, simples piratas.

Nuestro joven Viento, había heredado un precioso barco del que antes fuera su capitán. Entre la tripulación, la misma reina era la que escogía a aquel que actuaría de Brújula a partir de ese momento. El ritual era sencillo, cuando el capitán decidía que su hazaña había terminado o moría, la tripulación se reunía y entre los deseos de todos había uno que brillaba con más fuerza. Ese día el hijo del capitán, el predilecto entre la tripulación, tuvo la suerte que merecía y la luz brilló más fuertemente sobre él.

Las despedidas eran cortas y con gestos acordados, incluso cuando se trataba de un padre a un hijo. Ambos se debían a su diosa y donde el padre era el atardecer al hijo le correspondía iluminar el nuevo día. Entregó entonces el catalejo al capitán y marchó sin volver la vista atrás.

Nuevo capitán, nuevas normas. Viento sabía cuál era su función ahora. Sin embargo, nadie podía llevar a cabo su empresa sin dinero, ni víveres. Bajo su propio sentido del honor, asaltaban barcos de la marina, sacrificaban a los que se resistían y tomaban aquello que necesitaban. Los verdaderos piratas con los que los confundían, tomaban vida, oro y ron como buitres de las aguas, borrachos y deseosos de más sin saciarse jamás.

El Capitán meditó durante semanas como alcanzaría su destino. Cientos de papeles arrugados y garabateados y un ambiente viciado inundaban la habitación. Cuando llegó el momento de marchar, el segundo al mando interrumpió el estado de ensoñación del joven-¿Cuál es nuestro destino? ¿Con qué satisfaremos las necesidades de la diosa? No cabe duda que la ruta será complicada y aunque no tengo prisa por morir me gustaría que partiéramos cuanto antes.

-Partiremos pronto, no te preocupes. Nuestra corriente nos lleva hacia algo que hasta ahora nadie se ha atrevido a mencionar. Vamos a buscar la Llave de Plata.